El Hermano Gabriel nace en Belleydoux, pequeña aldea de Francia cercana a Lyon, el 1ro de noviembre de 1799.
El niño se va haciendo joven y tiene que separarse de su hogar para seguir sus estudios en otras localidades. Es entonces cuando el joven Gabriel percibe, por primera vez, una inquietud misteriosa, un llamado preciso que lo orienta no hacia el sacerdocio sino a una vida dedicada a la educación de la niñez, de la juventud, a la atención de los templos y a la ayuda de los sacerdotes.
No encontrando ninguna orden religiosa que satisfaga sus anhelos, decide fundar una Congregación Religiosa. Dios sella su obra incipiente con dificultades, abandonos, fracasos y soledad. A todo ello el Hermano Gabriel le hace frente con una voluntad de hierro y un gran espíritu de fe que se traduce en aquella, su confiada expresión: «Si es obra mía, perecerá, pero si es obra de Dios, Él la hará prosperar«.
El 28 de agosto de 1841, la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia es aprobada oficialmente por la Santa Sede, por Bula Pontificia del papa Gregorio XVI, en Santa María la Mayor (Roma). Con la aprobación comienza el florecimiento y la extensión de la obra del Hermano Gabriel, que se propaga en diversas diócesis con nuevas fundaciones.
Con la congregación ya en marcha, el Hermano Fundador se dedica de lleno a su dirección, tratando de animarla con sus recomendaciones y directivas del verdadero espíritu que desea transmitirles: espíritu de familia (como en la casa de Nazaret), donde reinen el amor, el trabajo y la oración, y, como consecuencia, la paz. El modelo de vida es la Sagrada Familia de Nazaret.
La obra del Hermano Gabriel se extiende y prospera, mientras su salud se va resintiendo. Entrega su alma a Dios el jueves 24 de noviembre de 1864, en Belley (Francia), donde actualmente descansan sus restos.